Nacido para pintar

 

         La paloma de la paz lleva en el pico una espiga de trigo en lugar del olivo. Vuela sobre el trigal, se transparenta en los azules del cielo. Esa imagen reproducida en tarjetas de salutación por el Patronato de la Infancia, sintetiza con emblemática sencillez, lo que Martin La Spina quiere expresar en su pintura. El arte es un acto de justicia. Y Martin lo sabe. La postal es clara en ese sentido tanto como en sus colores: La paz es posible por la justicia. Sus trabajos denuncian -a través de lo espiritual- los todavía no resueltos flagelos materiales que castigan a la humanidad. En su obra todo parece diáfano y hasta - en el mejor y en el peor sentido- decorativo. Pero detrás de esa saturación de colores, de las restallantes alegrías cromáticas, está el reclamo de un espíritu sensible no sólo a lo bello, sino también al  sufrimiento de las almas y los cuerpos. Por eso en sus pinturas religiosas hay algo más que la simple representación sacra. Hay siempre otro giro enriquecedor. Del mismo modo, sus testimonios sobre la pobreza o la marginación están envueltos en un aire de espiritualidad esperanzada, de poéticos y ensoñadores climas y paisajes.

 

Mariano García Izquierdo

Hechos y Personajes

1998

 

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